Un lugar sin mundo


Aparcamos y nos dirigimos a un curso que estoy realizando en Pontevedra. A me acompañó hasta la puerta de la Facultad y me vino a buscar a la salida. Tomamos algo y volvimos por el mismo camino hasta el coche.
-Oh, mira (le dije al ver el cartelito en el suelo)
- Ya (contestó A sin mirarme).
- Lo has hecho tu ¿eh?
-Tal vez (cuando dice eso significa un si)
-Este perro lleva aquí varios días, ¿no? .Pregunté
-Pues si, la semana pasada cuando fuimos por aqui ya estaba en el mismo sitio, en medio de la acera.
-No me había dado cuenta.
-Yo llevaba toda la semana pensando en él .
No volvimos a dirigirnos la palabra. Llegamos al coche y por decir algo le comenté:
-Pues me gusta esa obra.
-Pues a mi me duele hacerla, deseo que deje de ser obra, quisiera no darme cuenta de la mitad de las cosas que veo.
No volvimos a decirnos nada durante todo el viaje...

Al agua


Cuando parece que todo está tranquilo las cosas de repente se complican. Querría presentar de otra forma uno de los secretos de A, y va a tener que ser así. Pues este es su barco. Es uno de los motivos de que la mayoría de los viajes sean en zonas de costa.
Había vuelto a Galicia, justo antes del temporal. Sacó el barco para hacer unos arreglillos, pero claro no pudo hacer solo eso y se le ocurrió hacer una de las suyas (en Santiago de Compostela) tras la visita papal. El hecho es que se pasará unos días a disposición judicial. Y yo sin tener nada que ver y sin idea de barcos le voy a tener que pintar el casco antes de que vuelvan a colocarselo en el agua. Menos mal que existe internet y pude mirar que era eso de la patente...